Que levante la mano al que no le guste viajar o le amargue un dulce.
Si has levantado la mano, ¡este artículo te gustará! Aquí, desentrañaremos algunos argumentos que desmitifican la imagen idealizada del viajero.
Sin embargo, si eres un apasionado de las travesías, no te preocupes, este espacio también es para ti. En las siguientes líneas, exploraremos juntos los desafíos y obstáculos que cualquier aventurero se encuentra durante sus viajes.
Prepárate para descubrir las cosas que no me gustan de viajar y, por supuesto, algunos consejos prácticos para sortearlas como un profesional.
1. Hacer la maleta
Decidir lo que metemos en la mochila puede ser un reto para el viajero principiante.
¿Y si hace frío?, ¿y si salgo de fiesta?, ¿y si escalamos el Everest?
Estos malabares logísticos pueden evitarse fácilmente si aprendemos a anticipar nuestras necesidades.
Todo depende de tus preferencias, destino, duración del viaje y tipo de aventura.
Yo prefiero utilizar ropa, calzado y equipamiento versátil para reducir peso y aprovechar al máximo el espacio disponible.
2. Cargar la mochila a la espalda
Lo admito. No me gusta llevar la mochila a la espalda.
¿Qué tipo de mochilero eres que no te gusta cargar la mochila a la espalda?, me han preguntado más de una vez.
Con los años he viajado con todo tipo de equipaje y aunque las mochilas son una gran opción tienen un inconveniente significativo: el peso.
Recuerda que una de las reglas de oro del viajero: llevar lo justo y necesario. Y si es ligero, ¡aún mejor!
Después de muchos viajes, finalmente me he decantado por las mochilas con ruedas. La libertad de movimiento está ahí cuando la necesitas, pero también puedes rodarla cómodamente por los pasillos de un aeropuerto. La elección perfecta para adaptarse a diferentes situaciones durante el viaje.
3. Cancelaciones y retrasos
Ya sea por nevadas, volcanes que erupcionan, monzones meones o causas mil, lo cierto es que los viajeros pasamos muchas horas, sentados en sillas de aeropuerto o de estación de tren mirando al letrerito que anuncia retrasos o cancelaciones.
Lamentablemente, no hay nada que podamos hacer para evitarlo. Sin embargo, mantener cierta flexibilidad en tus planes de viaje, tomárselo con filosofía y contratar un seguro de viaje pueden aliviar la tensión de la situación.
Un consejo importante: ten cuidado al reservar vuelos consecutivos con diferentes aerolíneas, ya que, en caso de retraso, ninguna de ellas asumirá las consecuencias.
Para hacer las esperas más llevaderas, llévate algún dispositivo electrónico para pasar el rato viendo una película o leyendo en el Kindle.
Si eres un viajero frecuente, considera obtener un pase prioritario para acceder a las salas VIP de los aeropuertos. Aquí, los sofás son más cómodos, te puedes dar una ducha, y disfrutar de comidas gratuitas.
4. Quedarme sin internet al llegar a mi destino
En un mundo hiperconectado, donde el teléfono móvil gobierna nuestras vidas, quedarse sin internet se convierte en un desafío, y pagar tarifas de itinerancia en un problema aún mayor.
En la gran mayoría de los destinos es posible adquirir tarjetas sim locales de prepago. Esta es la opción más barata, aunque requiere ciertos trámites, y a veces te encuentras a merced de tus habilidades lingüísticas o de la integridad del vendedor.
Por eso, optar por tarjetas eSIM se presenta como la mejor opción para evitar pérdidas de tiempo y dolores de cabeza. Podrás comunicarte con tus seres queridos desde el momento que aterrizas, pedir taxis desde el aeropuerto, reservar hoteles y acceder a correos electrónicos.
Entre las mejores eSIM del mercado, Holafly destaca por sus tarifas ilimitadas y Airalo por sus precios económicos.
5. Pagar precios de turista
Pagar extra por entrar a un museo o un parque nacional no es plato de buen gusto. Aun así, los precios suelen estar establecidos por el gobierno y, te guste o no, debes pagarlo.
Sin embargo, cuando estas a merced del camarero, taxista o vendedor ambulante, la sensación de ser engañado es inevitable.
He escuchado argumentos a favor y en contra de estas prácticas tan comunes en todos los destinos. Conozco la regla de nunca regatear por menos de un dólar, y el canto por la solidaridad del viajero vacacional.
Sea como sea, no me acostumbro a llevar un letrero en la frente que diga: “Pide el precio que quieras, que se te dará. El dinero crece en mi jardín junto a las lechugas”.
Seguramente tener un agujero solidario en el bolsillo no destroce tu presupuesto si viajas durante dos semanas, pero si estás viajando durante meses, quizás necesites remendar tu política de turista altruista.
6. Viajar durante temporada alta
Viajar durante la temporada alta tiene sus inconvenientes para los viajeros con bajo presupuesto y que se dejan llevar por la espontaneidad.
Los precios de alojamientos y vuelos se disparan, las atracciones turísticas están abarrotadas, y sacarse una foto en solitario puede ser un desafio.
Por supuesto, la temporada alta trae consigo festivales animados, eventos culturales, migraciones de animales, clima adecuado, etc.
Aun así, aquellos que buscan escapar de las multitudes y explorar a su propio ritmo pueden encontrar maneras de hacerlo. Explorar rincones menos conocidos, optar por actividades menos convencionales, y planificar visitas tempranas o tardías a lugares populares son estrategias efectivas.
Cada uno viaja cuando su calendario o presupuesto se lo permite, pero mi opción preferida es la temporada media, cuando la vida local conserva su autenticidad, las atracciones principales tienen sus puertas abiertas, y puedo viajar hacia donde sople el viento sin tener problemas de reservas o precios hinchados.
Y si llueve un poco me pongo el poncho.
7. Las despedidas
El lado social de los viajes es un aspecto que a menudo se pasa por alto.
Muchas veces recordarás más la gente con la que hiciste el camino inca que la belleza de los andes y los tesoros que esconde.
A veces nos enamoramos en nuestros viajes, otras conocemos amigos con los que congeniamos, e incluso podemos encontrar socios emprendedores.
La calidez humana siempre está presente en nuestros viajes. En tus manos esta calentarte en ella o perderte entre los fríos muros de un edificio milenario.
Con el tiempo los viajeros aprendemos a disfrutar cada momento, siendo conscientes de que las amistades tienen fecha de caducidad, y procurando exprimir momentos de calidad.
Al final del camino siempre hay una despedida, quizá un hasta luego.
Puede que nuestros caminos se vuelvan a cruzar o no, pero hoy en día la tecnología nos permite mantener un contacto más cercano con otros viajeros y que las despedidas no sean como un jarro de agua fría.
8. Sentimiento de inseguridad
El mundo no es tan peligroso como nos lo pintan en las noticias.
Pero cuando viajamos hay algunos factores que nos hacen vulnerables: nos sentimos fuera de lugar; llevamos todas nuestras pertenencias encima; interactuamos con desconocidos; viajamos en solitario,etc.
Este sentimiento de inseguridad puede surgir no solo por las circunstancias reales, sino también por la percepción y la influencia mediática. Por eso es importante recordar que la mayoría de las personas son amables y hospitalarias.
El resultado es que incrementamos nuestras medidas de seguridad, nos volvemos desconfiados y llevamos el pasaporte escondido en una riñonera debajo de la camiseta. ¿Te suena?
Mantenerse en este estado de alerta durante mucho tiempo es agotador.
La buena noticia es que con el tiempo, desarrollamos el sexto sentido del viajero, un radar contra el peligro que nos permite sumergirnos en la realidad local, abrirnos a nuevas experiencias y disfrutar de nuestro viaje.
A pesar de ello, no te descuides. Recuerda que es importante adoptar medidas de precaución sensatas, como cuidar de nuestras pertenencias y estar atentos al entorno para mantenerse seguro en cualquier parte del mundo.
9. Largos recorridos en furgonetas
La mayoría de los mochileros nos mantenemos en el camino más frecuentado y viajamos en la misma dirección. Por eso, en muchos destinos las posibilidades de acabar en una furgoneta, todoterreno o minibús turístico son muchas.
Puedes reservar este tipo de transporte en los albergues o en las agencias de viaje. Suele ser un transporte un poco más caro que el público, pero es más rápido, directo y en el encontrarás compañeros de viaje.
Entonces, ¿Por qué no me gusta?
No me gustan porque siempre van llenos, y durante la temporada alta, puede que tengas que sentarte encima de las mochilas. Sí, créeme, esto sucede.
No me gustan porque suelen estar un poco destartalados, y nunca hay espacio para estirar las piernas.
No me gustan porque, en ocasiones, los viajes pueden durar más de 15 horas, y cuando te bajas, parece que te han dado una paliza.
He tenido que ayudar a cambiar muchas ruedas, he tenido que dormir en medio de la nada por averías y, en alguna ocasión, completar el trayecto haciendo autostop.
La aventura es la aventura.
Aun así, este tipo de transportes son un mal menor por el que todos los viajeros tenemos que pasar. Solo necesitas armarte de paciencia y asegurarte de que se cumplan las condiciones mínimas de seguridad.
10. Problemas con los taxistas
Montarse en un taxi puede ser una experiencia complicada en la mayoría de los países. Los trapicheos de los taxistas es una de las cosas que menos disfruto a la hora de viajar.
Esto no es una vendetta personal pero realmente me ha pasado de todo.
Las artimañas para engañarte son muchas, así que tienes que estar alerta, sobre todo a la hora de pagar, ya sea con tarjeta o dinero en efectivo. Si llevas cambio mejor, porque a mí me han intentado colar hasta billetes del Monopoli. Si usas tarjeta de crédito asegúrate de que no han añadido un cero más a la cantidad.
Antes de montarte pregunta por el precio. Siempre. Esta es la regla de oro. Y si señalan al contador échale un vistazo de vez en cuando para asegurarte de que funciona y que hayan activado la tarifa adecuada.
Me han llevado a hoteles de amigos, a tiendas de alfombras, dejado en medio de la nada, y el hotel que has reservado hace media hora, acaba de volatilizarse en llamas. Si tienes teléfono móvil, activa el GPS para asegurarte de que vas en la dirección adecuada y de que no estás dando vueltas.
Y sobre todo, si sientes que tu integridad personal está en peligro, ya sea por su conducción temeraria, actitud agresiva o melosa, no dudes en bajarte. Estés donde estés.
La buena noticia es que cada vez es más fácil reservar taxis a través de aplicaciones móviles en la mayoría de los destinos. De esta manera, sabes que estás pagando precios locales, y el sistema de reseñas evita muchos de los problemas que los viajeros sufrimos al tomar un taxi.
11. La vuelta a casa
El choque cultural no solo nos afecta cuando viajamos a destinos desconocidos, también puede sucedernos al regresar a nuestros hogares, requiriendo un proceso de adaptación.
Verás el mundo con otros ojos. Tu visión periférica del mundo ha cambiado, y de repente te sentirás como un halcón con capucha; las garras de la cotidianidad te han vuelto a atrapar.
Deshacer la mochila por última vez trae consigo cientos de recuerdos.
Quieres contarle al mundo entero que has cruzado el amazonas en barca, recorrido el sudeste de Asia en motocicleta o que encontraste la paz junto a las aguas del Ganges en Rishikesh, pero más allá de una curiosidad inicial, a nadie le interesan tus aventuras.
Pides un caldo en el bar de la esquina para calentar el alma, pero estás pensando en la refrescante agua de coco que bebías todos los días en un puesto ambulante.
Mientras vas sentado cómodamente en el autobús, echarás de menos el traqueteo y los pitidos de los rickshaws.
La lista de momentos nostálgicos es interminable, pero no por eso hay que desesperar. Hay muchas cosas que puedes hacer para mantener viva la llama del espíritu viajero.
Puedes planear tu próxima aventura, contactar con antiguos compañeros de viaje, escribir un diario de viaje o incluso aprender a cocinar aquel pollo Tandoori que tanto te gustaba en India.