6 razones para no viajar a matacaballo

De todas las almas viajeras, las que más me llaman la atención son las que se mueven a matacaballo.

Me refiero a esos viajeros que tan solo planean un dia en ciudades vibrantes como Londres, visitan el Big ben, y les falta tiempo para coger un vuelo rápido a París. Allí se sacan una foto en la puerta del museo Louvre, y salen corriendo para el Coliseum…

Entre estos viajeros mi favorito es Simón Wilson. El tipo es capaz de recorrer 7 continentes en 7 días, y de pasearse por 7 maravillas del mundo en una semana.

A matacaballo.

No todos los viajeros pueden presumir de batir récord Guiness como Simon Wilson. Y, sin embargo, son muchos los que viajan a velocidad vertiginosa coleccionando países y monumentos como si fueran cromos de fútbol.

Mi pregunta es si es mejor exprimir una naranja para sacar un vaso de zumo o exprimir un poquito de diez naranjas para llenar el mismo vaso.

Yo prefiero sacar provecho a cada país. Disfrutar Londres, París o Roma hasta que solo quede la mondadura.  

En este artículo, exploramos las motivaciones detrás de este enfoque acelerado, cuestionamos si la velocidad garantiza una experiencia más rica y reflexionamos sobre la importancia de saborear cada destino, exprimiendo el jugo completo de nuestras travesías.

Sin desperdicios.

1. No puedes disfrutar el destino

Por fin has llegado a la ciudad tan anhelada.

La ciudad de la que tanto has leído y tantas veces has visto en las películas.

Te gustaría explorar cada esquina, sentarte en una cafetería y ver el mundo pasar. Sentir las vibraciones del lugar, sumergirte en la cultura, familiarizarte con el idioma o el acento, montarte en el autobús de dos pisos hasta la última parada… Sentirte parte del escenario.

Pero tienes prisa. Mucha prisa.

Solo tienes tiempo para correr de un lugar a otro. Te sientes desorientado y las agujas del reloj no perdonan. Puede que hayas tachado las atracciones principales de la lista, que te hayas empachado a sacar fotos, pero sabes que te ha faltado tiempo para digerir el destino.

Tu perfil de instagram esta lleno de fotos pero ninguna ha dejado huella en tu corazón.

Entonces es, cuando juras y perjuras que volverás en el futuro con más tiempo. Y un sentimiento de rabia te hace dar un suspiro y sentarte por primera vez en todo el dia.

Sabes que no has disfrutado tu destino tanto como te hubiese gustado.

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2. La fatiga y el estrés te pasan factura

Viajar al galope cansa y produce estrés.

Carreras por aeropuertos, noches sin dormir por el jet lag o el mal de altura, vivir en constante movimiento… Y con un poco de suerte no tendrás problemas digestivos o de salud en general.

¿Te suena de algo?

Los primeros monumentos los veremos con la emoción del turista recién llegado, cuya sonrisa brilla con la misma intensidad que produce una vela recién encendida, pero con el tiempo la fatiga del viaje irá desgastando nuestros niveles de energía y apagando nuestra capacidad de disfrute.

Con el paso de los días no solo acabamos agotados físicamente sino mentalmente también.  Nos sentimos abrumados por la necesidad de cumplir un itinerario y nos perdemos los pequeños detalles que nos rodean.

Nuestro viaje se convierte en un conjunto de imágenes a cámara rápida. Queremos verlo todo, pero no vemos nada.

Estamos demasiado cansados y la vela se apaga poco a poco.

3. Problemas logísticos

Viajar apresuradamente puede causar problemas logísticos, olvidos y disrupciones en nuestro viaje.

Te doy algunos ejemplos: olvidarnos el pasaporte en el hotel con las prisas, perder conexiones de vuelos, o no tener tiempo para cambiar dinero o comprar una tarjeta SIM para el teléfono… El desenlace es que podemos quedarnos desconectados y sin recursos en un lugar desconocido.

A veces las fechas no nos cuadran, los vuelos son más caros y los precios de los hoteles están por las nubes. La planificación cuidadosa se convierte en una tarea desafiante y lo que iba a ser una experiencia emocionante se convierte en una carrera de obstáculos donde cada imprevisto nos puede hacer tropezar.

4. Tu seguridad puede verse comprometida

En alguna ocasión me he metido en la boca del lobo.

A veces por ignorancia, otras por exceso de confianza o, en la mayoría de las ocasiones, porque el agotamiento nublaba mi capacidad para tomar decisiones racionales.  

Puede que confíes en desconocidos sin evaluar la situación, que el taxista te lleve al peor albergue posible, o que salgas por la noche en busca de comida y te roben hasta las sandalias.

Cuando viajamos como caballos desbocados, perdemos la noción del peligro, nos desvinculamos de lo que nos rodea y nos exponemos a problemas.

La precaución no es amiga de las prisas.

Por eso, es crucial andar con tiento para mantener un nivel adecuado de precaución que garantice un viaje seguro y placentero.

Y recuerda, si sientes que viajar al galope pone en riesgo tu seguridad, siempre puedes optar por el trote.

En última instancia, tu bienestar es la prioridad, y para ello debes encontrar un equilibrio entre la emoción del viaje y la precaución.

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5. Es difícil conseguir una conexión cultural

La conexión cultural va más allá de simplemente visitar un lugar; requiere tiempo y un esfuerzo consciente por comprender las costumbres, idioma o religión del entorno cultural en cuestión.

Hablar con el camarero de Starbucks o el agente de seguridad del metro no cuentan como conexión cultural.

La auténtica conexión cultural implica sumergirse en las experiencias cotidianas, interactuar con la comunidad local de manera significativa, y estar dispuesto a aprender y adaptarse a las complejidades de la vida diaria de tu destino.

Lograr estos niveles de conexión puede resultar desafiante, incluso para mochileros o nómadas digitales que pasan largas temporadas en un mismo destino, pero se ven limitados por las burbujas turísticas que crean.

Esto se vuelve aún más complicado para el turista estacional, e imposible para el turista que viaja a matacaballo.

Lo cierto es que no todos buscamos una conexión cultural en nuestros viajes.

Aun así, recuerda que tomarse el tiempo necesario para sumergirse en el entorno cultural puede enriquecer de manera significativa tu experiencia de viaje, y proporcionarte una visión más profunda y auténtica del destino.

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6. La falta de flexibilidad te costará dinero

Tener flexibilidad en tus fechas es una de las mejores maneras de ahorrar dinero en tus viajes.

Los precios cambian a menudo y puede que la semana siguiente los vuelos sean más baratos o haya más disponibilidad en alojamientos.

La rigidez en las fechas puede llevar a situaciones donde te encuentres teniendo costos adicionales como depender de taxis para llegar al aeropuerto a toda prisa, no poder visitar museos en su día gratis, o no tener el tiempo para elegir el restaurante más económico… En definitiva, la falta de flexibilidad puede impactar negativamente en tu presupuesto.

El viajero que viaja apresuradamente no tiene tiempo para esperar la bajada de los precios. Viaja a toda máquina y no le importa el precio de la madera.

Como gritaba Groucho Marx a todo pulmón: “Mas madera, traed más madera que viajamos a paso de tortuga

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Conclusión

A la hora de viajar hay dos máximas que debemos tener presente:

  • Cada uno viaja cuando puede o le dejan.
  • Cada uno viaja como quiere o puede.

Una vez dicho esto, como ya te habrás imaginado, no soy partidario de viajar a matacaballo.

Las prisas y las falta de flexibilidad restan disfrute a la aventura, generan gastos extra, requiere una planificación cuidadosa, y lo que es más importante, podemos llegar a descuidar nuestra seguridad

Durante mis viajes prefiero improvisar, viajar al paso, y a veces, si la necesidad impera, picar espuelas un poco, pero sin «matar el caballo».

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